Pero aun así, el nombre de los Arellano Félix seguía siendo desconocido en Baja California. Quien figuraba como jefe absoluto era Javier Caro Payán, sólo que su reinado resultaría efímero, pues en menos de dos meses, por informes que presumiblemente filtró el mismo Benjamín Arellano, su jefe fue detenido en Canadá, cuando pretendía introducir un cargamento de 120 kilogramos de cocaína base. En dicho país permaneció encarcelado poco más de dos años.
Ese lapso, fue aprovechado por Labra Avilés y Aguirre Galindo para erigirse como fundadores y auténticos jefes del Cártel de Tijuana, aunque decidieron, por cuestiones de estrategia, que los que tendrían que la cara y aparecer como jefes serían los hermanos Arellano Félix.
Un claro ejemplo de la inteligencia entre unos y otros, es que mientras que Labra Avilés y Aguirre Galindo gozaron del anonimato durante más de 12 años, hasta que los mencionó el subdelegado Ernesto Ibarra Santés, los Arellano sólo pudieron mantenerse dentro de su incógnita durante algunos años, ya que tras el magnicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, se convirtieron en los narcotraficantes más buscados, aparentemente, por los gobiernos mexicano y estadounidense.
Una vez que Javier Caro Payán quedó en libertad, regresó a Tijuana para tratar de recuperar su territorio, pero fue asesinado por un jovenzuelo que vestía ropas deportivas, tenis y gorra de beisbolista.
Se había consumado una ejecución más de quien sería el principal sicario del Cártel de Tijuana: Fabián Martínez González, alias “El Tiburón”, al que apodaban así, “porque no se andaba con mamadas”, según declaraciones del narcojunior Alfredo Hodoyán Palacios, porque cada vez que se le encomendaba un “trabajo” (eliminar a alguien), lo cumplía al pie de la letra.
Fabián, quien se convertiría en el jefe de los sicarios de los Arellano, era temible por su certera y mortal puntería con su pistola escuadra 9 mm., aunque manejaba con singular destreza todo tipo de armas de fuego, principalmente los fusiles de asalto.
El aspecto aniñado de Fabián, su delgadez, su descuidada manera de vestir y su aparente desenfado, lo hacían parecer como uno de tantos vagos sin oficio ni beneficio, pero en realidad se trataba del principal ejecutor de los Arellano.
Manuel y Arturo, hermanos de Fabián, apodados “La Mojarra” y “Lino Quintana, respectivamente, le siguieron los pasos. El primero se convirtió en escolta personal de Benjamín Arellano, mientras que el segundo, de Ramón.
El primero se suicidó al verse copado por sicarios rivales, el 23 de mayo de 1998, mientras que los otros, fueron autores de matanzas colectivas, como la de “El Sauzal” y “El Limoncito”. Ambos están tras las rejas.
Una vez que los Arellano se aposentaron en la ciudad de Tijuana, en el fraccionamiento Chapultepec-California, fueron instruidos por sus jefes, Labra y Aguirre, que se relacionaran con lo mejor de la sociedad bajacaliforniana, principalmente con los jóvenes.
De esa manera contactaron a muchachos, hijos de acaudalados empresarios y magnates. Su misión principal era inducirlos en el consumo de drogas para que después, acicateados por su adicción, no pusieran reparos para hacer cualquier cosa y sirvieran a los intereses de la organización… Leer Más en www.solqr.com.mx
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